El mármol es uno de los materiales más duraderos y vistosos, pero si su mantenimiento no es el adecuado, se muestra opaco y sin luz, desluciendo la estancia en la que se encuentre. Es por ello que conservarlo bien lustroso es casi una obligación, aunque en ocasiones nos exija la contratación de una empresa de profesionales que cuenten con la maquinaria adecuada para sacarle partido a su belleza.
Generalmente, se emplean dos tipos de técnicas:
En cualquier caso, debemos evitar productos abrasivos, ya que contienen ácidos y elementos químicos que dañan la estructura porosa del mármol. Nos referimos, especialmente, a los clásicos remedios caseros que implican el uso de vinagre, leche o limón, pues por su acidez y alcalinidad resultan perjudiciales para la superficie de este material.
Previo al pulido del suelo o superficie, es esencial estudiar las propiedades del material, dado que cada fragmento de mármol es único. Esto es así debido a su origen calizo, en el que se combina el carbonato cálcico vítreo cristalizado que proporciona las reconocibles manchitas aleatorias, cuyo patrón no se repite en ningún otro bloque. Así, teniendo en cuenta su estructura, utilizaremos unos productos u otros para que el resultado sea el óptimo.
Hablamos del desbastado, pulido y abrillantado final, procesos aplicables tanto a suelos y áreas extensas como a zonas pequeñas o reducidas, tales como mesas, barras de bar, encimeras, escaleras o baños.
Consiste en la preparación de la superficie. Se procede a raspar la superficie con la maquinaria adecuada para limar los posibles errores que haya, pues en total se suelen eliminar unos 3 milímetros de grosor. Con este leve desgastado conseguimos nivelarlo para, posteriormente, aplicar los productos de una manera más uniforme.
No solo se emplea en la restauración de mármoles envejecidos, sino también en la colocación de una pieza nueva, garantizando con este raspado mayor durabilidad. Al eliminarse ciertos defectos o protuberancias, el piso lucirá uniforme e inmaculado.
Es el paso fundamental. Está concebido para eliminar las deformaciones y rayones que con un simple abrillantado no desaparecen, de ahí la importancia de unas manos profesionales que sepan sacarle todo el partido posible gracias a sus máquinas pulidoras. Dichas herramientas ejecutan una serie de desplazamientos de traslación y rotación, gracias a unas extremidades mecánicas que portan discos abrasivos, cuyo grano es usado de mayor a menor grosor (se suele comenzar con grano 60, luego se sigue con el de 100 para borrar los arañazos anteriores, y se finaliza con el 220 en primer lugar y, por último, con el de 400). Con todo ello, efectuado por alguien experto, el brillo será realmente espectacular.
Es el paso final. Gracias a él, nuestro antiguo mármol parecerá recién salido de fábrica. Veamos, a continuación, los pasos correspondientes:
Como podemos ver, el mármol es un material muy agradecido, puesto que responde muy bien a estos sencillos procesos de pulido y abrillantado. Si llevamos su cuidado al día, nos acompañará intacto toda nuestra vida.
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